Llámesele infructuoso. Patético. O hasta masoquista, si lo desea.
Pero, por un momento de estos, mierda, cambio el aire hasta que respiro.
Ha llegado una extraña temporada, época, a mi vida. Lo percibo como un hormigueo persistente e implacable en los huesos; como una descarga eléctrica en el aire despiadado, deliciosamente frío del invierno. Pero es inconfundible. Una señal. Time to change gears, dice.
Y un desfile de imágenes y episodios recientes vienen a la mente, como para confirmar algo que, de hecho, gran parte de mí ya había ratificado.
Mi carrera. Con una certeza imponente, como un camino que de penumbras surge para revelarse al que anda. No más desconfianza, titubeos ni lugar para duda. Check.
El trabajo; mi original propósito de trabajar desde un principio; presupuestos, gastos cubiertos y necesidades futuras no consideradas por las que hay que velar. Check.
Quehaceres. Mi salud; de verdad la negligencia no me sienta bien en la perspectiva, la agenda que tengo en delante; voy contra el tiempo, contra mí misma —y, futa, como me gustan los retos. Mis obligaciones a padres y hermano cubiertas, sin descuidar. Re-familiarización con los lazos, amistades que se han distanciado, asegurar de que sus vidas se mueven en el sentido correcto, y asegurarme que de verdad no hay nada más que pueda hacer para mejorar la experiencia. Un último chequeo a mi cartera de discos, surtida, variada, cargada, y creo que es lo último en mi lista de tareas. Check.
Pero, ah, maldito...¿qué hacer contigo?
Me detengo un largo momento —quizá de incertidumbre, quizá de contemplación— para permitirme revivir una última vez esos dulces recuerdos— reales, ficticios, ya ni yo lo sé— que me hacen creer que existimos en un ayer completamente alterno.
• Ω •
Horas sentados en el mismo lugar, espalda maldiciéndonos, el trasero no más engañado con alternar rutinaria y estratégicamente el peso del cuerpo sobre un glúteo, luego el otro. Hombro con hombro, brazo con brazo, cadera con cadera, rodilla con rodilla. Ni siquiera había algo interesante que ver. 31 de diciembre, mi estimado; fin de año, tan cerca del comienzo de uno nuevo, y aquí estamos los dos, el par de idiotas, desperdiciando valiosas horas de nuestro tiempo sentados en la calle, recargados contra las rejas, adoloridos, entumecidos, congelados....todavía.
Y, más que por mí, lo digo por ti. Pasaron tantas veces —familiares que no has visto en años, grandes amistades que no frecuentabas en bastante tiempo, fiestas, escapadas, pisteadas— muchas ofertas, tantas ofertas, mejores ofertas, tentadoras ofertas...y decidiste, por razones totalmente ajenas a mí, declinar cada una de ellas y permanecer a mi lado el resto de la noche.
(...Pendeja yo sí preguntaba por qué la elección.)
‘No merezco mi suerte,’ pensé, mirando hacia arriba. Suspiré, a pesar de mí. Me maldije, pero había sido el pretexto necesario para que buscaras voltear a ver en mi dirección y decir algo.
Cada vez que te respondía trataba de obligar a mis dientes que dejaran de temblar (porque adoro el frío, pero..ah-que-piiinche frío..), y me aseguraba que mis ojos vieran absolutamente hacia delante, con una absurda y rígida atención...a nada que me pudiera servir de pretexto. Y me lo hiciste saber, eventualmente.
Había, recuerdo, cuando menos dos motivos por los que no pod— ejem, quería verte a los ojos al hablarte. Uno, todo sentido de mi escasa coherencia desvanecía por completo; y dos..
...El desmesurado terror a que pudieras ver tanto más allá de lo que me permitiría dejarte saber.
Todo...El universo entero pareció conspirar, estar en unánime acuerdo de darnos la privacidad de un día, una noche, unas horas, para intuir lo que aún había por tocar dentro de nosotros. Responsabilidades, compromisos y familia nos dieron una, esa noche, toda para nosotros.
Esperaba, paranoica, la emboscada. Un buen pretexto para dejarte ir sin que parecieras desesperado por aceptar, o muy conmovido por lástima para negar. Se acercaron varias veces a hablarnos por separado, pero..algo vieron, que se alejaron casi inmediatamente. Agradecí mi fortuna cada una de esas veces. Surgieron miles de oportunidades para que escaparas..y no tomaste ninguna salida. Maldije severamente en mi interior. Pero agradecí mi fortuna infinitamente, de verdad le agradecí.
Y me hiciste hablar. Y hablar. Y hablar. De todo. De tooodo. No querías que un solo detalle mío se escapara de tu saber. Y me asombra lo tanto que pude comunicarte, todo lo que tenía en verdad que decir, de lo que ni yo estaba enterada me faltara hacer.
Cerca de media noche, cansada, comencé a sentir los párpados pesados. Y peleaba con toda mi voluntad de que no fuera, por miedo a que todo desapareciera al abrir los ojos otra vez. Conseguiste verme hacer el pésimo esfuerzo, pero no diste por terminada la noche ahí.
..Hm.
Sonreíste, y recuerdo sentir como una mano me guió hasta que descansé (...poquititititititititito) mi cabeza contra un hombro. Y— culpando a la fatiga de la caída de mis inhibiciones y límites auto-impuestos— busqué..no, acepté refugiarme, esconderme, permanecer..indefinidamente en ese hermoso pedazo de Edén, con la cara oculta en un brazo confortable, una cálida fragancia, y el sutil apoyo de una barbilla sobre mi cabeza. Quería morir ahí. Descansando. Soñando. Protegida. En paz.
‘...Definitivamente, no merezco mi suerte.’
• Ω •
Te amo. No más de lo que quisiera. Pero de lo que debiera. Y no sé si es malo, o bueno. Y la incertidumbre me lleva a pensar en esto, a razonarlo, a estudiar fría y analíticamente lo que soy, lo que eres, lo que tenemos.
Mi línea de razón se ve interrumpida, y mientras mi consciente retorna a sí, siento una agradable sensación en mi mano derecha. Calor, para empezar, y una presión que circunda uniforme y fascinante, arrulladora, mi pulgar. Se desvanece con dificultad el estupor, y mi cerebro aturdido alcanza a registrar que son tus manos regalando, retornando, sensación a las mías. A mí.
Volteo hacia arriba. Me sonríes. Y, lo primero, y único que preguntas, no es ‘qué piensas’...
“¿Qué sientes?”
Maldito. Mi dulce, valiente, tierno, bello, elocuente y hermoso delirio. Es injusto lo que me haces. No manipulas nada en mí, sólo lo conduces. No creas, en sí: sólo das el primer aliento de vida a algo que ha corrido con tanta suerte hasta hoy como para permanecer adormecido por tanto tiempo, ignorante de sí. Y no hay queja, ni inconformidad alguna de mi parte, y me he reconciliado con este naciente y portentoso dato rápidamente.
“Mm...Nada. Estoy pensando.” Miento, y ambos lo sabemos. Ninguno de los dos intenta, ni necesita argumentar más en su favor.
No me gusta encontrarme con que soy vulnerable. Y menos con un testigo. Así que tapo mi boca con un puño, fingiendo dificultad con mi garganta. Y te pido, sin palabras, que quede entre ambos que lograste, efectivamente, hacerme sonreír. Y, satisfecho, concedes.
• Ω •
Inexplicablemente, humedecidos mis dedos al pasarlos tentativamente sobre una mejilla. Dispenso rápidamente de la incomprensible evidencia. Esto no provino de mí; basta. Una imprevista reacción.
Acerco, con cierto refreno, las yemas de los dedos a la superficie del espejo, y trato de no retirar la mano...ni pensar, ni discernir, si es el vidrio...o mis yemas las que están frías.
Toco esa cara, la que me observa, como si fuese una extraña. Me sorprende, me intriga, me hace sucumbir a dudas triviales de mi persona. Dudo que guarde mucho de lo que recuerdo de fotografías. No creo que esos ojos alguna vez hayan sido los míos; y si lo son, que siempre hayan sido los mismos.
...‘Have I changed?’ I wonder.
‘Have I changed enough, or that much, so that the people in whose midst I’ve grown aren’t able to recognize in me that which they knew?’
...me pregunto.
Y me vuelvo, gradualmente, más consciente de algo. Siento calor en la espalda, como manto, como roza las clavículas, cae por detrás de mis hombros, y cubre toda mi frágil y sensible columna, para terminar por hacerme cálidas cosquillas en gran parte de la cintura.
(Cuando todo falla...)
Y dejo caer la mano, y un poco más apresurada la mirada, tratando de no ver más que de reojo la amarga sonrisa que enseguida esconden algunos considerados cabellos, a menos de que la risa de verdad sea una tal que me invada toda y me vuelva total, irremediablemente cínica.
-
Me retiro de una batalla más librada. Una...victoria agridulce. No creo en las estupideces que un lado más inseguro de mí esboza, y de eso me enorgullezco. Pero hay una prueba, grosera en su descaro, de que hasta mi inquebrantable seguridad es hasta cierto grado inagotable.
Mi cabello sigue igual de largo.
Y no puedo mover un dedo para cambiarlo.
Y esa es mi aplastante realidad, comprendo.
Si en tantos años más que pasen —que invariablemente han de pasar, me he reconciliado a esa verdad— y, finalmente, llegue el momento en que regrese a ti, a tu lado, si en realidad los años me han vuelto una bestia temperamental, cínica, impulsiva, impaciente y agresiva, y me encuentras que he cambiado tanto a tus ojos...
(Cuando todo falla, recurre a tus más confiados trucos.)
...espero que mi cabello sea la señal de que debajo de toda esa aspereza sigo siendo —aunque sea solo ‘potencialmente’ de momento— la misma criatura desapegada, racional, tímida, reservada, tranquila...que recuerdas.
. . . . .
He optado por no repetir —en voz alta— demasiado tus palabras de ninguno de nuestros intercambios. Siento que fácilmente las podría volver en contra tuya. En un reproche. O en un insulto. Y me odiaría si tan horriblemente pudiera llegar a deformar con mi melancolía a la esencia de tu voz, tus secretos, tus consejos, tus murmullos, tus regaños. Y no sería justo a lo que en ese preciso momento tomó lugar, a lo que fue un acuerdo mutuo, etéreo, trascendente, inquebrantable. Y lastimaría cada una de tus memorias que, por el resto de mis vidas, llevaré grabadas en...partes más privadas, honorables, preciadas, de mi.
...Me dueles. Me dueles, corazón.
Alone, as I sit and watch the trees..
won't you tell me, if I scream, will they bend down and listen to me?
And it makes me wonder: if I know the words will you come,
or will you laugh at me,
or will I run?
Little boy says to me,
“Where you goin’ now, son?”
I said, “I don’t know where I’m goin’, boy;
I only know where I’m from.”
And it makes me wonder,
if the stars shine when my eyes close,
or does my brother’s heart cry?
I don’t know.
You see, I’m tired of feeling this pain,
I’m tired of living my own little lie
and, it makes me wonder:
when I see you in my dreams
...does it mean anything?
Are you trying to talk to me?
And now my days are short an my nights are long
I lay down with memories of you keep that keep me going on, going on
And it makes me wonder as I sit and stare,
Will I see your face again?
Tell me, do you care?
Right now I just can’t see ’cause I’m feeling weak
and my soul begins to bleed,
and no one is listening to me,
not even the trees.
Me dueles como si fueras...como si alguna vez hubieras sido mío.
..Tell me, are you feeling alone?
Pero, lo veo. Lo puedo entender. Lo puedo sentir...
..Does my brother’s heart cry?
...Lo fuerte que me has hecho.
...And I wonder..how you feel.
Monday, September 05, 2005
My Favorite Hell.
Archængel detuvo el tiempo a las
3:00 AM
Tags:
escribir,
lessons,
nameless feeling,
overwhelmed,
pensando,
reflection,
reflexion
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment