Tuesday, October 27, 2009

Origins: Shura

Next up is...Komachi! :3

Acabo de terminar de, más o menos exitosamente, cepillar a Shura. Son momentos como estos —cuando termino mordisqueada, babeada, llena de pelos en la ropa y la boca, y bastante enfadada— cuando me pongo a considerar si de verdad vale la pena el haberme embarcado con una bestia de este calibre.


El sospechoso, Shura II (b. 01-06-08): circa hace unos minutos. Responsable de las croquetas en el suelo.

* * *

Desde siempre quise un Pastor Alemán.

En cuanto salí corrida de casa de mis padres y comencé a vivir sola, mi prioridad esa primera semana de que me entregaron llaves fue ir en búsqueda de...desde luego, mi Pastor Alemán.

Quiero aclarar antes que adoro los perros en general, por parejo (...excepto los pitbulls...y los chihuahueños). No, no es que discriminara a los cruzados o corrientitos; de hecho, en mi familia crecimos "adoptando" no-oficialmente y dando de comer a varios perros callejeros. La cosa es que yo quería un jodido Pastor Alemán y algún día distante iba a obtenerlo y muy yo montada en muy mi chingado macho y ni quien me pudiera bajar nunca, carajo.


Shura: el Santo psicópata de quien mi perro deriva su nombre

Ahora, ya tenía unos años de que me había decidido por el nombre. De un momento a otro se me ocurrió; así nomás se materializó en mi mente, "Shura", plup, y aunque nunca me latió en sí el Santo de Capricornio de la serie, pensé, "Yup, sí: ese es el nombre de mi futuro perro". Nunca lo dudé.

Aunque me caga que muchos asumen que es hembra cuando les digo como se llama.


Por eso dice "SHURA II", y no simplemente "SHURA"

300 dólares, varios días y dos perros después (el primero murió de parvo a menos de una semana de que me lo entregaron: historia larga y deprimente), tenía a mi fiera.


Snoopy TAMPOCO era fan. De hecho, aún no lo es. Ni lo será nunca, creo.

Digo, al principio nadie era fan. Mi madre pegó de gritos al cielo: de que apenas si tenía para comer y para la gasolina y demás argumentos razonables de ese tipo, y no quería saber ni tener nada que ver con mi perro. Mis padres no estaban muy entusiasmados con la idea de que invertí esa cantidad fuerte en algo así, un vil capricho. Intenté (sin éxito) verbeármelos convencerlos, hacerlos ver que aunque entendía que no era lo más inteligente, era necesario. Estaría viviendo en una casa yo sola, y sin el perro para atender o recurrir para regañar o reírme o preocuparme o jugar o burlarme de vez en cuando, la soledad me volvería loca.


El collar de listón con campanita no fue mi idea, ni fui yo quien se lo puso. Lo juro.

Ya después les llevé a mi can en varias ocasiones que los iba a visitar (obvio plan con maña), y no les tomó mucho tiempo el encariñarse del inocente y carismático (..y medio idiota, admito) personaje. Vaaaamos, no hay corazón que se resista por mucho tiempo a los encantos de un cachorro (especialmente uno del que probablemente dependería el bienestar de su única hija favorita :3). Cambiaron de parecer y lo adoran, en resumen.


No se deje engañar: este es el perfil de un asesino. Memorícelo.

Imaginé que crecería para convertirse en un perro leal, obediente, noble, fuerte, bonito; con la reputación de Cujo (y la tiene, entre los niños de mi calle que están aterrados de él :D) y la inteligencia de Lassie.

...Con el tiempo he llegado a aceptar que no se puede tener todo.


No, en serio, no se deje engañar por esa carita de a-aaaaaaaawwwwww!! :3

Siempre ha sido difícil, no puedo mentir. Nada de que es una perita en dulce, son enchiladas, yo trueno el látigo y él dice "s'órdenes, jefe". Desde pequeño fue un bastardo con dientes de aguja y no dudaba en usarlos (con frecuencia). Cosa rara para un cachorro, detestaba que lo abrazaran—ni decir que lo cargaran. Era casi imposible tratar de cepillarle el pelo que tanto suelta, o limpiarle las orejas. Odia —Santo Dios, como los odia— a los veterinarios (o quizá a cualquier alma que vista una bata blanca). Cosa de mis peores pesadillas, hubo una horrorosa temporada de varios meses en que las garrapatas no lo dejaban en paz por más medicinas, polvos, venenos, amuletos y limpias que le aplicaba. Entrenarlo, además, ha sido cosa de una constancia y paciencia que a veces creí y creo más allá de mí a ratos. Eso sí, ha aprendido cómo manipular a la gente para que los higaditos le caigan del cielo con el menor esfuerzo de su parte.

Es terco. Es mañoso, dejado a sus propios medios y sin atención por mucho tiempo. Enfadoso también. Ronca. Eructa. Se echa gases. Come como monstruo, y caga igual.

Pero así como hay puntos bajos (nunca “malos”, quiero creer), los hay altos. Si no he jugado con él en el día y me ve frente a la PC por mucho rato, mete su cabeza entre mi cuerpo y el teclado y simplemente se me queda viendo, moviendo la cola, y es imposible no reír o derretirse ante su ingenio. Cuando me acerco a él con la correa, se sienta inmediatamente y casi le da una crisis nerviosa de esperar a escuchar el 'click' del seguro contra la argolla de su collar, que es la luz verde que necesita para poder salir corriendo hacia la puerta. Cuando en un par de ocasiones he andado bastante enferma o pasando muy, muy mal rato, se echa junto a mí, y aunque no hace más que eso, no necesita: es suficiente. Me sigue como niño chiquito, curioso: no para hostigarme, sino para no perderme de vista. Se echa a mis pies cuando sabe que me pondré a leer o escribir por un largo rato, y se queda ahí hasta que lo hago que se mueva...o que me tropiezo con él, cuando se me olvida que sigue ahí.


Shura, en un momento raro e insólito de bendito silencio

Al llegar del trabajo, siempre está sentado esperando en el mismo lugar tras la reja, desde donde pueda ver el carro en cuanto aparezca al dar vuelta en la esquina. Aunque le quité la costumbre de brincarme encima, cuando entro corre como insano por todo el patio y destila una emoción contagiosa que, aunque simple y nada del otro mundo, es bella por esa misma razón, por su inocencia. No hay algo similar a esa gratitud honesta, el ser recibido con ese tipo de desmadrito festivo a diario. Hasta da...un chingado gusto llegar a la casa.

Y no sé si sea supersticioso de mi parte o no, pero siempre que saco el carro y estoy a punto de partir a algún lugar, me regreso a acariciarlo o rascarle la cabeza, por más de malas que ande con él por alguna jalada o travesura que me haya hecho. Rito o costumbre, no importa; el gesto sigue siendo necesario. El hacerlo me permite viajar o continuar mi día con la mente tranquila.

* * *

Es un demonio, cierto, pero uno bien-intencionado, sin malicia. Que suelta mucho pelo. Es mi dolor de cabeza, mi triturador de comida con patas, un reto, una ocasional pesadilla de rebeldía con la que no se puede razonar. También es mi achichincle, guarura, seguridad privada, mi bufón, mi compañero. Mi chamaco.



Mío, mío, mío. Lo adoro.

Además, espanta con sus ladridos roncos de perro poseído a los Testigos de Jehová y demás potenciales visitas non-gratas. O mejor dicho lo supongo, porque ni siquiera he visto ni tenido ni una visita desagradable temprano por la mañana en mucho, mucho tiempo.

Si esa no es una ventaja e incentivo del mejor tipo, no sé qué lo pueda ser.

Pelos, pelos everywhere.

3 comments:

Anonymous said...

Hija, así como lo cuentas hasta suena bonito


pero tu perro me da miedo...

Cat_Cat_Cat said...

No es este el perro que se comió los cables de tu carro?

DEIV said...

hell yeah...


eso de que te hagan fiestas cuando llegas es nada mas y nada menos que la pura onda. Llegas de malas y ahi esta dispuesto a sacarte una sonrisa, jugar... Sacarlo a dar el roll por el barrio es sacarlo a que la banda vea que tu perro es una fregoneriay que efectivamente el te esta paseando no tu a el. El chamaquearlo con X cosa para poder inyectarlo, el bañarlo y ver su cara de: Ya estuvo no wey ahora vete a bañarte. Notese que necesito otro perro que me de lata los proximos años....